El insecto que devoraba libros

Un relato cuya lectura engancha desde las primeras líneas. Trasmite unos valores muy necesarios para los niños y jóvenes de hoy en día: el esfuerzo, la superación, la empatía o la curiosidad como motores del conocimiento y el bienestar emocional.

Me ha sorprendido gratamente, es muy divertido y te engancha desde el principio. Muy apropiado para inculcar el valor de la lectura a los niños y descubrir el valor de tener inquietudes y perseguir metas. Las ilustraciones preciosas.

La autora nos presenta en forma de cuento para niños, jóvenes y no tan jóvenes, un homenaje a la escritura y la lectura como base de todo conocimiento científico. Narrado con extraordinaria fluidez, María José González nos traslada a un mundo cercano, pero invisible a la vez a los humanos: el de los insectos,( nuestro protagonista es una pulga) que no se muestran ajenos a la necesidad de superación inherente a los humanos. La curiosidad y la necesidad de la lectura para promover una mente creativa es el camino que elige nuestro insignificante protagonista para poder sobrevivir y prosperar en un mundo imprevisible y hostil. Las lecturas de nuestro insecto nos trasladan al origen de la escritura en Mesopotamia, pasando por El Quijote, Moby Dick o Stephen Hawking, y todo ello bajo el amparo de la escuela y las bibliotecas, en un claro homenaje a la necesaria labor docente. En definitiva, un cuento de deliciosa lectura, que quizá encienda la chispa para iniciarse ( o retomar) la magia que transmite el placer de la lectura, tan necesaria en los tiempos que corren, con la ciencia y el progreso técnico vistas de un punto de vista optimista por parte de la autora, para afrontar un futuro mejor.

Cuento infantil de lectura muy dinámica y con valores de superación como moraleja. Ilustraciones muy llamativas y una alegoría a la lectura.

El hilo del cuento narra de forma asombrosa las pequeñas vivencias de un pulgón y una mariquita, acompañadas por la dulzura de la profe de Plástica. Preciosas estampas y dibujos del estudio, de la formación, del aprendizaje, cuando la seño Violeta está en su Departamento, según investiga y cómo todo lo observa Don. Intencionado el juego de éste con “ Quijote”, vegetarianos que recuerdan el final del Caballero de la Triste Figura, esa mariquita maltrecha y agotada. Y otros referentes nada casuales, como Julieta o Gulliver. La narración saca de tratar a flote lo que a veces no vemos en la vida, lo imperceptible a los demás: esos momentos de felicidad, de corta vida, autobiografía en Julieta y la autora y que se hace extensiva a cualquier ser humano. Ese fino humor se cuela en un trepidante desenlace en el que se presenta al curioso Consejo Superior de Insectos Intelectuales, otro guiño al campo científico. Esa niña al fondo de la clase, con su bote de cristal, mientras dentro del mismo se grita vida en un casi locus amoenus, en una temperatura y ambientes naturales, en forma de vida en una zona de confort, con un cerebro demasiado grande para una cabeza que se sostiene con dificultad de forma erguida. Y ese mensaje de la seño: aunque sea pequeño cualquier ser, tiene su lugar en el mundo, en el planeta, metáfora de la propia existencia en cualquiera de los órdenes. Violeta, curiosa, entregada, inteligente ante la enseñanza, con ganas de aprender de los experimentos y hacer ver con otros ojos a los demás lo que el resto no percibe. El juego de nombres es extraordinario e introductorio para que los niños se familiaricen con la incipiente literatura que no es más que aprendizaje de vida, a la par que pueden recrear ese mundo a través de las magníficas ilustraciones. Qué importante es comunicar y comunicarse. Ese deseo de querer ser, de querer hacerte partícipe en los otros. De eso se trata: llamar la atención de nuestro alter ego, a través de la propia existencia. Que los demás sepan de ti por poco que representes, aunque tus semejantes sean tus iguales y, en ese periplo que huele a lápices, obras y operarios, se encuentran con la persona correcta, con la guía: con la seño Violeta. La enseñanza y la curiosidad al servicio de la ciencia y del conocimiento. Delicioso.